14 oct 2006

Sobre el tiempo y las eras

Por Jose Lun


El silencio espera ser roto por la voz.
La voz quiebra el silencio, lo rompe, lo ausenta temporalmente. Sin embargo, el silencio siempre está latente, bajo la música, bajo la voz: bajo el sonido. Y siempre vuelve, siempre envuelve.
Tras recapacitar llego a la conclusión: tener miedo a la muerte, es tener miedo a la vida. Pero pensando aún en más abstracción, llego a otra curiosa conclusión, y es que el recíproco no es cierto.
No todo es simétrico, ni tampoco perfecto, hay interferencias, hay fallos por todos lados, a veces a nivel nanométrico, pero siempre hay fallos. Si tememos a los fallos, tememos a todo lo que nos rodea, tememos al aire que respiramos y al suelo sobre el que pisamos. Al final todo es fugaz. Veo fotografías de los años 30, de los primeros actores de Hollywood, posan en fotografías monocromáticas con gestos altaneros y arrogantes, inmortales ante el objetivo y el humo del antiguo flash. Y llego a otra conclusión: todos están muertos, se sentían inmortales, se sentían el ombligo del mundo. Sin embargo, pocos saben de su existencia hoy en día.
Dentro de 50 años alguien verá una fotografía de un tal Brad Pitt, o de una tal Halle Berry. Y probablemente la gente de a pié no sepa quienes eran, o tengan tan solo una difusa idea.
Los mitos de hoy no son como los mitos griegos o las divinidades egipcias, que perdurarán milenio tras milenio. Los mitos actuales son fugaces, se desvanecen, solo unos cuantos sobreviven al tiempo: Jim Morrisson, Kurt Cobain, Bob Marley... Pero la mayoría de los demás se desvanecerán en el tiempo. Tanta altanería, tanta arrogancia, tanto verse como el centro del universo y al fin y al cabo siempre y para todos, esto acaba igual.
Van Gogh murió sin saber que décadas despues se le consideraría uno de los grandes pintores de la historia, él nunca fue consciente de ello y probablemente moriría pensando que había fracasado. Sin embargo hoy se subastan sus cuadros por cientos de millones de euros y otros están en los museos más prestigiosos del mundo. Sin embargo él nunca sabrá esto, su vida terminó en el más absoluto anonimato.

¿Y si ese poema que escribiste y que todo el mundo te menospreció y tiró por el suelo, dentro de 50 años es considerado una joya de la literatura universal?, ¿cuántas veces ha pasado esto a lo largo de la historia?, ¿Cuántas veces más pasará?

Pero siempre vuelvo a la misma conclusión: fugacidad, y el entendimiento de la creación del carpe diem, su justificación y su gran razón. Hoy estamos aquí, mañana estarán otros, y nadie sabrá nunca valorar algo realmente, sin disponer de la necesaria perspectiva de la que nos dota el tiempo, nuestro degradador, nuestro oxidador, nuestro asesino.


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