Este sentimiento no conoce expectativas, porque no se sustenta de aliento y abrazo, porque no sobrevive a golpe de labio y bocado.
Este sentimiento no sostiene un corazón, y no se muestra vulnerable ante el preludio de una larga tormenta, de la humedad en su interior y el frío de la madrugada en sus cimientos.
Este, no se doblega ante el temor, ni se piensa torpe en sus acciones, envueltas en actos instintivos y primarios que lo llevan a ser el principal cautivo de si mismo.
Y no encuentra condición ni rendición en ningún lugar de su razón, que habilita un nuevo templo a los momentos esos cuya fugacidad es efímera y apenas vive.
Este, no recuerda la conquista de la cima ni el descenso agotador, siempre olvidado tras los pasos del gigante del dolor y su eterna huella de amarga intensidad.
Este sentimiento no atiende a otras voces, porque no es posible en otro cuerpo, no se detiene ante tus miedos ni se esfuma en los momentos de dolor y aciago.
Este sentimiento no es reversible, porque la función ya ha comenzado, porque el cúlmen se avecina para vernos resurgir y mirarnos cada instante en nuestro beso dilatado.
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