Cuando surgen dudas, todo se desvanece, se torna difuso, grisáceo, nos hacemos fríos, tan solo nos guiamos por el raciocinio y dejamos de lado la importancia del instinto primario, la importancia de dejar fluir los acontecimientos. Cuando surgen dudas, tendemos a equivocarnos, a ver las cosas distorsionadas, muy lejos de lo que en realidad son, malinterpretamos, fallamos y las decisiones tomadas suelen estar expuestas a un posterior arrepentimiento y sentimiento de culpa.
Cuando el huracán pasa por mi cabeza, siento el miedo. El miedo tan solo nos roba, nos lo quita todo, nada nos da, en nada nos mejora. Quiero apartar ese miedo, pero ¿cómo?. El miedo es el peor enemigo que puedo tener si quiero hacer lo correcto. Si me guío por él, pierdo, desfallezco, me arrepiento y muero. Por eso ahora tengo que eliminarlo de mi cabeza, siempre insiste, reincidente, quiere seguir ganando terreno, pero no puedo dejarle, no se lo puedo poner tan fácil.
Pero el peor miedo es el ajeno. El miedo ajeno que puede causarnos un efecto colateral, que el miedo de otros pueda clavarnos su metralla. Ese miedo no podemos controlarlo, porque no es el nuestro, porque no somos nosotros, porque no nos corresponde... pero sin embargo nos afecta como si fuese propio.
A esto lo llamo terror, y cierro los ojos, y tapo mis oídos, y quedo a la espera de que ésta alarma de bombardeo masivo sea un simulacro, una farsa.
Nada puedo hacer por el miedo ajeno, tan solo esperar, mirar al horizonte, queriendo vislumbrar un halo de claridad creciente, esperando que se despejen estas nubes que nos cubren, anhelando encontrar un cielo cristalino, brillante y luminoso que descongele estas arterias heladas por la incertidumbre.
Ahora que todo ha cambiado, todo mi mundo se encuentra en suspensión: por un momento me encuentro en ingravidez, a la espera de una determinación, de un hecho, una decisión, un pensamiento o un sentimiento que decante la balanza, para entonces saber cuál es el camino a cultivar, cuál es el futuro inmediato, cuáles serán mis prioridades.
Mientras, estamos en el ojo del huracán, en una falsa calma, en una falsa seguridad. Todo es inestable, se tambalea, puede derrumbarse en cualquier momento, tan sólo tú y yo podemos hacer que esto siga en pie, reforzarlo, que se convierta en algo robusto.
Pero antes, debemos saber si es eso lo que queremos, y hoy por hoy, ni tú ni yo lo sabemos: seguimos en el ojo del huracán.
Jose Lun
1 comentario:
el miedo solo hace daño, superalo, porque ya te toca vivir sin el, el miedo nos corroe y nos impide ser felices, pero si lo vences, renacerás y ya nunca más t hará daño.sabes perfectamente que eres mas fuerte que el, que ya lo has vencido en multiples ocasiones y eso es lo que te ha hecho vivir.en cuanto al miedo ajeno, depende de tantas cosas, pero si por lo que hay que luchar es verdadero, acabará desapareciendo.mucha suerte y animo,un besazo
ps: aqui tienes a una miedosa rehabilitada :-)
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