Y al tocar su piel, mis dedos decían adiós a las grietas de la soledad.
Soledad compartida.
Y al tocar la piel, se desvanecían las tristezas ancladas en lo más profundo, y por un momento podía ver la claridad creciente de un amanecer eternamente inminente, y sólo quedaban en mi dolor resquicios de pobreza emocional, de indigencia afectiva.
Ya no soy capaz de querer: la química ha muerto.
Poder y romanticismo enfrentado jamás capitularán, porque hoy siento que nada de esto lleva a ningún sitio, porque hoy siento que nada trasciende a nuestro cuerpo, porque poco a poco, segundo a segundo, gota a gota me queda menos de tí. Porque cada vez estamos más lejos, porque ya apenas distingo tu sonrisa en esta creciente oscuridad, porque empiezo a olvidar tus formas y yo comienzo mi suicidio emocional.
Podría olvidarte, pero sólo si dejase de recordarte. Y no es posible, ni factible, ni probable, ni real renunciar a aquello a cambio de esto, porque esto es humo y aquello fue puro fuego en combustión continua. Ahora sólo quedan cenizas de lo que fuimos, y palabras de lo que pudo ser, y sin embargo, no fue.
Ahora ya sólo me queda este sol abrasador para evitar que mi sangre se congele en tu definitiva ausencia. Y podrán morir los años, podrán morir las flores, y las oscuras golondrinas que aprendieron nuestros nombres, podrán morir nuestros cuerpos, podrá morir la vida, pero aquellos días, aquellas pasiones viscerales, aquel amor a quemarropa, aquel amor intempestivo, aquel, jamás morirá.
Y al tocar tu piel, mis dedos dijeron adiós a las grietas de aquella soledad.
Y al tocar tu piel, se desvanecían las tristezas ancladas en aquel amor intempestivo, aquel que jamás murió.
Jose Lun
2 comentarios:
Hace tiempo que no toco su piel...
Ni yo tampoco.
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