Pero quizá lo que más me paralizaba era el pensamiento redundante de que son las alternativas al fin y al cabo las que nos eligen a nosotros, porque cuando estábamos cara a cara no podíamos controlar nuestros impulsos, no podíamos elegir reprimirlos y por tanto, a efectos, para nosotros, no había alternativas: las demás puertas u opciones de elección desaparecían y la puerta del impulso, la visceral, monopolizaba las decisiones. Así nos pasó siempre, así ocurre hoy, y probablemente, así nos siga pasando.
Es posible que haya un momento, un punto de inflexión en el que todo cobre un nuevo rumbo, otro sentido algo más amplio quizá, no tan inconexo como lo es ahora. Y es posible que entonces y solo entonces, podamos mirarnos a las caras y elegir libremente una alternativa, voluntariamente, sin dictaduras hormonales, sin el yugo de lo correcto, sin el código del comportamiento ejemplar por bandera, sin las ataduras que hoy nos amarran, sin la venda que cubre nuestros ojos y nos impide ver el horizonte que probablemente, esté mucho más cerca de lo que ninguno de los dos pudo jamás imaginar.
Jose Lun
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