Las flores rojas crecen después, florecen agónicamente con la única esperanza de llegar a tiempo para poder verte pasar.
Y yo me siento a contemplar, con inmerecida fortuna, el movimiento de tus labios cuando me lanzan palabras inmortales que retengo en mi memoria, para luego poder volver a sentirlas en la soledad de mis noches sin ti. Y quedan danzando por mi habitación, como si en ese momento fueran pronunciadas, y te siento ahí, a centímetros de mí, y no me queda más que sonreírte desde el recuerdo, desde la lejanía de nuestros días pasados, desde los destrozos frutos de la pasión desmedida, pura e irremplazable que noche tras noche se desataba al tocarnos.
Entonces entrecierro los ojos, se vuelven difusas las formas, y allá donde antes tan sólo había vacío, ahora te encuentras tú, mirándome de esa forma que sólo tú eres capaz, tocándome de tal modo que me conviertes en dios. Un dios creado por el recorrido de tus manos, esculpido por una mirada oscura, profunda e implacable.
Después llego a ser un dios corrupto desde el momento en que te arrojo a las sábanas, te ato y te muestro los senderos del exceso y la sobredosis carnal. Después, exhausto, me sumo en las tinieblas, mis alas se prenden incandescentes, y como Ícaro caigo sin ellas en el abismo, soy desterrado de tu paraíso y vuelvo a empezar desde el principio, una y otra vez, en una espiral sin fin.
Vuelvo a abrir los ojos, y me percato de que no estás, que todo es fruto de mi imaginación, que no vas a estar más aquí, o al menos no como antes, y me percato de que tu olor hace ya algún tiempo que abandonó este lugar, y que ya no encuentro salida a este laberinto, que soy el minotauro esperando a Teseo para darme muerte, que no te encuentro, que este correr tras lo imposible está a punto de hacerme desfallecer.
Caminas oscura, precisa, silenciosa.
Las flores rojas se queman porque no pueden concebirte.
A tu paso, dejas este rastro de cenizas del cual yo formo parte, y esperando ser un ave fénix, puedo ver como te alejas lentamente.
Y sé que nos volveremos a ver, y sé que tarde lo que tarde, cueste lo que me cueste, al final después de todo, volveré a encontrarte.
Jose Lun
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