4 jul 2009

I. Los Demonios

Cuando avanza la negrura, cuando todo es sombra, cuando tiemblo.
Te esperé, no llegabas, llegué a ser paisaje y ahora la única certeza es la de que no me encontrarás allí, jamás.

Los demonios se deslizan reptantes a través del suelo de mi habitáculo, y cuando todos duermen, se lanzan al abordaje, mi cama se transforma en tempestad y yo en el polizón tratando de aferrarse al punto más alto del mástil principal, que pierde altura. Ellos entonan himnos mesiánicos conforme tambalean los pilares de mis pesadillas, conforme encajan hachazos certeros en los centros del miedo, conforme reman hacia el ministerio del dolor.


Los demonios son sonámbulos, los demonios me conocen, saben de mi talón de Aquiles, y debo decir que después de varios enfrentamientos he podido comprobar lo inmensamente expeditivos que pueden llegar a ser, minuciosos, implacables y pulcros en su cometido.

Los demonios temen la luz de mi musa, que siempre, en el último momento, desciende de los cielos expandiendo sus alas aladas y cubriendo con ellas el horizonte. Entonces se desvanecen, las sombras mueren ante su omnipotencia, y ella es mi única deidad, pero también mi única tortura, mi perdición y el anzuelo que siempre acabo mordiendo.

Cuando avanza la negrura, cuando todo es sombra, cuando tiemblo.
Te esperé, no llegabas, llegué a ser paisaje, y ahora la única certeza es la de que no me encontrarás allí, jamás.


Los demonios del recuerdo son cobardes. Cuando estoy solo aparecen y me coaccionan. Puedo sentir la hoja fría de sus cuchillas a milímetros de mi, y aún así, siempre descargo mi carcajada en sus fauces vacías, y entonces son ellos los que absorben el miedo, y huyen, y nunca vuelven: los mismos no.

En mis sueños, en mis momentos, cuando me encuentro cara a cara con mi musa, recargo el hipotálamo, limpio la mierda que esos hijos de puta han tratado de endosarme y vuelvo a despertar, con fuerza y determinación infinita: el ciclo de purificación ha terminado y puedo volver a los quehaceres diarios, puedo volver a abordar los proyectos más titánicos.

Los demonios volverán, pero tardarán, aún queda tiempo para librar la próxima batalla en la que gracias a mi musa volveré a salir victorioso.

Pero ella sólo está en mis sueños, cuando avanza la negrura, cuando todo es sombra, cuando tiemblo.
Te esperé, no llegabas, llegué a ser paisaje, y ahora la única certeza es la de que no me encontrarás allí, jamás.

Jose Lun


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