Las expectativas son similares, pero las miramos desde ángulos distintos, o a través de prismas diferentes. Se contorsionan sobre sí mismas y parecen no encajar cuando en realidad se encuentran completamente unidas, en afinidad completa.
Y nos empeñamos en hacer todo más difícil de lo que ya es, nos empeñamos y aceleramos en el barro pensando que estamos avanzando, y lo que ocurre es que cada vez nos encontramos más hundidos. Pero no queremos verlo, o no sabemos, y entonces, aceleramos aún más. Nos empeñamos en negarnos.
Las expectativas son el horizonte: caminamos hacia ellas pero nunca las alcanzamos, y cuando atardece y queremos regresar, entonces es demasiado tarde y quedamos a merced de la oscuridad, el frío y el temor. Y esperamos un nuevo amanecer como aquel que vimos, pero entonces sabemos que eso no puede volver, entonces aprendemos que eso no puede ser.
Las expectativas son espejismos en desiertos de sal, nunca son lo que creemos y cuando llegamos allá donde deberían esperarnos, percibimos que no son reales, no son como esperábamos.
Precisamente porque no tuve expectativas contigo, sigo sintiéndote, me sigues salvando, me libras de los demonios. Porque no las tuve, te elevé a los pedestales, te vendí mi alma y hoy te sigo sintiendo.
Y no me importan las consecuencias, porque ni tú, ni cualquier otra persona, podrá cambiar esto.
Porque no podrán desvanecerlo
Porque no podrán corromperlo.
Porque nadie, nunca, podrá borrarte de mí.
Jose Lun
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