24 jul 2009

III. Las Consecuencias

Teníamos la mirada puesta en las agujas del reloj, esperando el momento perfecto en el que pudiésemos ir a la par. Pero entonces apartaste tus ojos del tiempo, y al quedar allí, sin aliados, fui devorado por los días.

Los domingos eran y siguen siendo fantasmas que por más que quiero evitar, no puedo apartar del heptágono semanal. Poseen la terrible capacidad de hacerme pensar hasta el desbordamiento emocional, hacia un punto final, sin comas, acentos ni pausas. Se precipitan en caída libre y emergen sentimientos encontrados provenientes de distintos niveles sensitivos.


Los sábados, cuando te toco: avalancha.

Sigo varios días bajo el alud, aunque de este siempre te llevas tú la peor parte, pero lo necesitas, lo pides, lo reclamas por derecho, te lo ganas y me vacías.

Estas son las consecuencias.

Después teníamos la mirada puesta en las agujas del reloj, esperando el momento perfecto en el que pudiésemos ir a la par, pero entonces te subiste la falda y te olvidaste las bragas, y al quedar allí varado, decidí arrojarlas por la ventana.

Los lunes son asistentes sociales de reinserción al mundo real. Son burocráticos, ortodoxos y aburridos, y sin embargo puedo dejar de pensar en nuestro reloj, en nuestro compás 123, 123, 123... y quedo en blanco y soy por ser tan solo unos instantes.

Los martes cuando recuerdo: violencia.

Sabes que somos simbiosis en estado puro, que somos un puzzle de dos piezas, que te doy proteínas y no te quejas aunque jamás te sacias, que te castigo y que quieres más. Y nos gusta ir al extremo y cuando no podemos tirar más, soltar, gritar y después: avalancha.

Estas son las consecuencias.


Vuelvo a recordar que teníamos la mirada puesta en las agujas del reloj, esperando el momento perfecto en el que pudiésemos ir a la par, entonces , me puse en pie, te tiré muy fuerte del pelo, te besé y me largué.

Los jueves son opiáceos, pasan sin más, me recupero y no me encuentro en forma nunca en esos momentos. Poco a poco vuelve el nerviosismo, empiezo a acordarme y a necesitar otra dosis de ti, te llamo por teléfono a tu casa y 3 horas después: avalancha.

Los viernes eres tú la que no puede salir fácilmente del alud y aún así, subes a la cima más alta y plantas tu bandera, que ondea más que nunca, que reluce como la primera vez, te veo feliz, eso me gusta, tus ojos me derrumban, tus palabras me arrasan, tus movimientos me devastan:

Y precisamente éstas son las consecuencias.


Jose Lun

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