30 jul 2013

Las atroces pesadillas.

Lo que pensaba eran sueños, resultan ser atroces pesadillas, que se enrocan en pasados sin dejar presente alguno en mí, por más que los días, tórridos y carentes de mejora, siguen martillando al son de maquinaria pesada: rítmica, constante, previsible. 

No falta quien emprende la ingenua tarea de librarme de esos fantasmas que me rondan en guardia perpetua y continua. No falta quien hace el juramento, quien comienza la batalla, mata entre la hierba y muere sobre tierra. No falta el grito alentador, ni la mano que me agarra al borde del abismo.

Pero la derrota está servida de antemano, y en la calma que sucede a la batalla, esa derrota es más amarga que el dolor. Porque apenas todo ha terminado, una nueva y falsa musa ya reemplaza a la anterior, dispuesta a emprender la tarea en la que librarme de esos fantasmas que me rondan, en esa guardia perpetua y continua: jura y mata, pero también muere.

Este ciclo no conoce fin, y se repite sin cesar a casi un año del inicio de esta guerra.

Mientras no retorne la musa genuina viviré de esta agonía.

Mientras no retornes y amaines la tormenta, no verá fin esta contienda.

Mientras no retornes, eso que pensaba que eran sueños, seguirán siendo siempre atroces pesadillas.

Jose Lun.

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