Lo que pensaba eran sueños, resultan ser atroces pesadillas, que se enrocan en pasados sin dejar presente alguno en mí, por más que los días, tórridos y carentes de mejora, siguen martillando al son de maquinaria pesada: rítmica, constante, previsible.
No falta quien emprende la ingenua tarea de librarme de esos fantasmas que me rondan en guardia perpetua y continua. No falta quien hace el juramento, quien comienza la batalla, mata entre la hierba y muere sobre tierra. No falta el grito alentador, ni la mano que me agarra al borde del abismo.
Pero la derrota está servida de antemano, y en la calma que sucede a la batalla, esa derrota es más amarga que el dolor. Porque apenas todo ha terminado, una nueva y falsa musa ya reemplaza a la anterior, dispuesta a emprender la tarea en la que librarme de esos fantasmas que me rondan, en esa guardia perpetua y continua: jura y mata, pero también muere.
Este ciclo no conoce fin, y se repite sin cesar a casi un año del inicio de esta guerra.
Mientras no retorne la musa genuina viviré de esta agonía.
Mientras no retornes y amaines la tormenta, no verá fin esta contienda.
Mientras no retornes, eso que pensaba que eran sueños, seguirán siendo siempre atroces pesadillas.
Jose Lun.
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