Son las 12 en mi reloj.
Todo comienza ahora, y aún sin tener la certeza aprehendida y el viento a favor, aún sin el precedente del sabor de la victoria en la boca, todo comienza.
Y advertido de peligro a lo largo de mi destino, camino como el caballo desbocado en busca de la luz del alba.
Pero así soy yo.
O como otro Ícaro pretendiendo alcanzar lo imposible, solo que expuesto conscientemente a las tan nefastas consecuencias.
O como otro Odiseo ante el canto de las sirenas, solo que sin querer ser atado al mástil.
Y sin embargo así soy yo.
Sordo de escucharme a mí mismo y ciego de reflejarme en el espejo, quizá petrificado, o, quién sabe, todo lo contrario.
Llamaron a mi puerta y al abrir me encontré a Bukowsky repartiendo el correo como cada día. Eso me cambió por dentro y sin embargo, seguí siendo esto mismo.
Esto mismo que al fin y al cabo, es lo que realmente soy, y no solo cuando estoy solo.
Son las 12 en mi reloj.
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