- Azul, azul a mi alrededor. - respondí.
Mi reducto se va empequeñeciendo con los días. El azul se oscurece por el cúmulo de circunstancias enfrentadas, y el oxígeno parece embotellado y distribuido al por mayor, como si los árboles ya no hiciesen bien su trabajo.
Actualmente y a corto plazo, no se contemplan posibilidades de cambio, oportunidades que brinden la liberación de salir de este cubil, de salir de estos 4 metros cuadrados: mi vida sin mí, otra vez, sin la posibilidad de no ser vigilado, escuchado, visto o no pasar revista. -¡presente señor, sí, señor!-
Esto es una libertad vigilada, una sopa boba a la fuerza, por cojones: tragas o tragas, y si no tragas entonces es que eres un alborotador social, o dicho de otro modo, un gilipollas generacional sin remedio. Y esto tan solo por reclamar lo que es de uno, el control sobre su propia vida, al menos antes de llegar a la jubilación o tener el colesterol por las nubes, ya me entienden.
El problema es no tener ni un momento para uno mismo, sin tener que dar explicaciones aún ya con los huevos negros. Si no las das vuelves a ser ninguneado, o demonizado en el peor de los casos, porque claro, será que debo ser un antisistema sin yo saberlo, o a lo mejor es que debo volver a colgar los pósters de Kurt Cobain y Marilyn Manson, fumar más porros y volver al instituto para justificar este "estilo" de vida forzoso.
Esto me recuerda a cuando de pequeño casi le abrían a uno la boca haciendo palanca porque tenías que terminarte la comida por los santos cojones de las generaciones anteriores, tuvieses más hambre o no. Entonces tragabas y claro, como tu estómago estaba a punto de estallar, las nauseas y arcadas eran inevitables. Y si no te lo comías, después del mal rato y por si fuera poco, te lo dejaban para la cena. Pues bien, esto es lo mismo, parece que uno tiene que abrir la boca y estar condenado a llevar una vida de adolescente perpetua, valga la redundancia, y encima estar feliz, sonreír y dar las gracias...
Seguimos en la perpetua charanga y pandereta genuina y original "made in spain" pasen los siglos que pasen. Pagamos los errores políticos y sociales de los que ya no están y de algunos que aún caminan por este mundo como pueden, con un pié ya en el otro barrio. Ahora nos acordamos de ellos y de sus familias, y como es costumbre, el pato lo pagamos los de siempre. Estoy empezando a pensar que es cierto eso de que hay que ser hijo de puta para tener suerte y vivir bien. ¿Cuantos hombres honrados hay felices?. La discordia está servida.
Yo mientras seguiré viendo pasar los minutos, horas y días, los años desde mi reducto, cada vez más pequeño, más agobiante, más azul y más potencialmente mortal: dejo de escribir porque el techo ya me está empujando la cabeza, dentro de poco voy a tener que sacar los brazos por la ventana y los pies por la puerta para poder estar, como Alicia en el país de las maravillas, claro que de maravilla, esto no tiene nada.
Jose Lun
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