10 nov 2009

Insomne

La inestabilidad de mis constantes vitales se ve perturbada por la terrible realidad que suponen tus interminables abrazos finales.
Ahora pasan factura aquellas noches inmersos en amor desechable, higiénico y práctico, pero terriblemente vengativo, voraz y encarnizado. Son esos abrazos los que alertan al insomne que duerme, y los que han dejado huellas de profundidad insondable en estas líneas.

Esta es nuestra última vida, y el camino que dejo atrás no es sino el rumbo de unos pies, que te persiguen desde los comienzos, hasta este muro infranqueable, que ha de separarme de aquello que no hace mucho formaba parte de mis auroras boreales, y sin embargo, engulle en inmerecido ocaso fantasmal.

Al otro lado, mientras me desvanezco, las sábanas se deslizan y tus pulsiones me atormentan porque ya no son para mí, mientras intento alejarme como un animal herido que huye sin saber que no escapará al punto de mira.

Ahora sigo siendo insomne.
Pero lo que me impide dormir no son ya aquellos abrazos interminables, ni las pulsiones al compás. No son tus risas de poesía o las deidades de tus piernas, ni tampoco el aliento aquí conmigo, o tu olor encarcelado en mi cajón.

No, ahora lo que me hace imsomne, es la absoluta ausencia de todo esto.

Jose Lun

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