Son estas cicatrices vetustas las que hoy me mantienen firme a tu lado. Lo que aprendí de éstas me han permitido apretar hoy fuerte tu mano, y las mías que no te dejarán caer cuando los astros dejen de brillar, ó cuando se cierna sobre nosotros el vacío del final. Porque ya no existen las heridas que las provocaron, y porque ya no existen las personas que las infringieron.
Las heridas que nos adiestraron a protegernos han confluído en el accidente que es nuestro encuentro. Ellas son las que nos recuerdan el desierto que atravesamos en absoluto silencio y padecimiento invisibles, que nadie supo comprender y de los que la perseverancia nos libró. Ahora sólo quedan nuestras cicatrices.
De nuestros vuelcos pasados hemos concluído una única verdad: que ellos hicieron las presentaciones. Que ellos eligieron esta senda que transitamos. Que ellos nos cruzaron las miradas en un instante que después resultó ser eterno.
De nuestros vuelcos, cicatrices y heridas, mañana nosotros, abrazo y albor.
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